martes, mayo 17, 2011

Plenitud

“Una vida diferente cada día”, palabras con que soñaba José todos los días. Se levantaba a las 5 de la mañana, salía a comprar el pan, regresaba, se bañaba, tomaba su desayuno, ya para eso eran las 6:30 de la mañana; salía de su casa y caminaba la misma recta hacia su colegio, era tanto la exactitud de sus acciones que todos los viejos que también madrugaban lo miraban pasar exactamente a la misma hora todos los días de lunes a viernes. Caso de ejemplo es el viejo Núñez, viejo que parecía que vivió toda su vida anciano, gruñón como nadie, pero que siempre se burlaba de José: “ahí va el raro ese -decía siempre- ese muchacho está mal, siempre la misma rutina, a la misma hora, si hasta dicen que ñoco es, jaja”. El viejo Núñez no creía en nadie, y sus bromas se hacían cada vez mas duras contra el pobre José, pero había un problema, nadie escuchaba esas bromas, el viejo Núñez vivía mas solo que una nuez, decían que tuvo familia, que su esposa era hermosa y que su hija también, “pero ahora es un ermitaño”, decía la vieja Flora que vive en la esquina, ella dice que el viejo Núñez vive de su pensión de jubilado, pero respecto a su familia no se sabe mucho, y eso que la vieja Flora sabe mucho de todos, aunque de la familia de Núñez sólo cuenta que se fueron, tanto la hija como la esposa, un día desaparecieron. Pero para José esto eran cosas ajenas, él nunca se enteró de la vida de los otros, o si lo hacía no sabíamos, no le importaba las bromas de Núñez, ni sabía que las hacía, él sólo caminaba a la misma hora hacia el colegio. Y así fue durante toda su vida, de lunes a viernes hasta que llegó su quinto año y acabó, dice la vieja Flora que la verdulera del mercado había escuchado que la madre de José le había dicho al carnicero o al pollero, no se supo quien exactamente, que José había entrado a la una buena universidad, nada menos que a la Católica, vaya orgullo para el gran José, chico retraído, de casi nada de hablar, rutinario al 100 % y que se quedaba en casa todos los fines de semana, de sábado y domingo, nadie, pero nadie, excepto su familia imagino, sabía que hacía tanto ahí metido en su casa, aunque por lo de la Católica, me imagino que estudiar supongo, toda una vida estudiando. Pero ahora se rompería la rutina, ya no habrían chistes del viejo Núñez, no habría muchacho que pase por las calles anunciando a la gente la hora que es, porque hay que reconocer que para lo que servía este muchachito, llamado por el común de la gente “José el de la hora”, es que eso era, el nombre que le habían puesto, pues servía para que dé la hora. La joven y rubilinda Ana siempre veía desde su ventana en el segundo piso el pasar de José y ya sabía que a esa hora tenía que acabar de tomar el desayuno y salir a tomar el carro para el trabajo, pero no puedo seguir contando esto sin mencionar lo del trabajo de la rubilinda Ana. Debo decir que esto también lo sé por parte de la vieja Flora, pero si esa vieja de todo sabe, y es que el trabajo de la rubilinda Ana pues es ni menos de prostituta, pero es que la rubilinda Ana se merecía mucha plata y mas, estaba tan buena, y no lo digo sólo yo, en la pichangas de los sábados y domingos no hay vez en la cual alguien no la mencione, pero si es la mas hermosa del barrio, que nunca encontraremos a otra como ella decían, y bueno, es cierto, que pagarían lo que sea por estar con ella, para decir verdades, hasta yo pagaría, pero no tengo plata al momento y aunque la tenga no podría, pues la rubilinda Ana, que también debo decir por parte de la vieja Flora que no es rubia de nacimiento sino teñida, no se acuesta con gente de por acá, no pues, no acepta, ni por todo el oro del mundo dice, pero creo que por unos 200 soles si lo haría pero hasta ahora nadie se lo ha propuesto, y por lo tanto nadie de por aquí ha probado sus carnes y al parecer nadie lo hará. Y es junto este momento en que la vida de estas dos personas, de cierta forma extraños, se juntaran o algo así. Antes de contar lo que sucedió, debo decir que por supuesto, la principal fuente de información fue la vieja Flora, que en estos momentos de este relato ya debo admitir que es mi abuela y que por eso estoy muy sabido de chismes, y hay también otras fuentes, de las cuales están los amigos de las pichangas de sábados y domingos, el viejo Núñez, sí, renegón y todo, un día me lo encontré y me contó todo lo que sabía, y para terminar, mi última fuente de importancia fui yo mismo, lo que vi, lo que sentí y algunas cosas más, pero para no ser injustos, también otras personas me dieron datos, los mencionaré rápidamente: El chino de la esquina del frente, la pequeña María de tan solo 8 años que vive al costado de mi casa, la verdulera, carnicero y pollera del mercado, tuve que hablar con ellos para constatar ciertos datos, después están el señor del bazar, creo que se apellida Lozada, las chicas del colegio de José, me hice amigo de ellas y abrieron la boca rapidito, Juan, el mejor amigo de José, y finalmente Fernanda, Helga y María, todas amigas de oficio de Ana, también diré que entre charla y charla gocé de ciertos favores y placeres especiales y lo mejor que fue con las tres al mismo tiempo, pero esa ya es otra historia que tal vez otro día contaré. Y con estas tres acabé el recuento de fuentes, ahora solo me dedicaré a contar la historia, sin referencias ni nada, de la forma mas breve y compacta, ahí va:

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